Tribuna de opinión de Miguel Ángel Huertas

La crisis climática exige una transformación global: descarbonización y economía circular.

Las emisiones mundiales de dióxido de carbono procedentes de combustibles fósiles no dejan de crecer: en concreto, han aumentado un 0,3% en el primer semestre del año con respecto al mismo periodo en 2022, según se desprende del último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el estado de cumplimiento de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un incremento menor al experimentado a lo largo de todo el año 2022, que fue del 1%. La realidad es que los avances que hemos visto hasta el momento para reducir las emisiones para 2030, y alcanzar el objetivo de temperatura establecido en el Acuerdo de París, no han sido suficientes y seguimos lejos de alcanzar las metas establecidas.

Y lo cierto es que, ese aumento del 0,3% puntos en las emisiones de CO2, es un dato que, sin embargo, no ha de pillarnos por sorpresa. Otros organismos, como el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ya nos vienen avisando desde hace tiempo de esta problemática, advirtiendo de que las emisiones de gases de efecto invernadero se han visto duplicadas desde 1990. Unos datos alarmantes que nos obligan a reconsiderar nuestros modelos productivos actuales. Y es que, si continuamos al mismo ritmo, nos resultará imposible cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados (preferiblemente, 1,5 grados) con respecto a niveles preindustriales. Para ello, las emisiones globales de gases de efecto invernadero deberían reducirse por encima del 30%, tratando de llegar al 45% durante los próximos 7 años. De hecho, el propio informe de la OMM ya alerta de que “las políticas de mitigación actuales conducirán a un calentamiento global estimado de alrededor de 2,8 grados”, superior, por tanto, a la cifra fijada en París en 2015.

Para mitigar los efectos del cambio climático, no sólo es necesario reducir nuestras emisiones, sino que debemos adoptar una transformación urgente y necesaria: una emergencia ecológica que nos exige ir más allá de la transición, cambiando radicalmente nuestros patrones de producción y consumo. En este enfoque, la transición hacia las energías renovables no es, por sí misma, suficiente para contrarrestar el creciente aumento de emisiones. Necesitamos, además, establecer medidas de descarbonización sólidas e impulsar la economía circular. Estos deben ser los pilares sobre los que reinventemos el panorama industrial existente. 

Llegados a este punto es imprescindible la labor de las administraciones y organismos públicos, impulsando leyes y políticas que fomenten las energías limpias y la economía circular, puesto que estas medidas son fundamentales para abordar los desafíos medioambientales que enfrentamos en la actualidad. La transición hacia una economía más sostenible requiere un enfoque multidimensional y la colaboración de todos los actores, desde los gobiernos hasta las empresas y la sociedad en su conjunto.

En el ámbito gubernamental, las políticas de apoyo a las inversiones verdes son esenciales para seguir acelerando la adopción de tecnologías, herramientas y energías más limpias y conseguir así la reducción de la huella de carbono, obteniendo como resultado una sociedad y una industria más responsable, promovida desde unas instituciones comprometidas y concienciadas con este objetivo. La implementación de impuestos a las emisiones de carbono, que gravan los costes medioambientales de los combustibles fósiles, también actúa como un incentivo para reducir las emisiones y promover fuentes de energía más sostenibles. 

Sin embargo, la responsabilidad no debe recaer únicamente del lado de los legisladores y es necesario también actuar a nivel social y empresarial. Las organizaciones debemos comprometernos y liderar con el ejemplo, adoptando modelos de negocio sostenibles y estrategias de gestión ambiental, sea cual sea el sector en el que desarrollamos nuestra actividad. La innovación, por tanto, es clave, y las empresas debemos seguir buscando, y adoptando, soluciones operativas que reduzcan la huella de carbono de manera eficiente, soluciones disruptivas, innovadoras y que se adecúen plenamente no solo a nuestras necesidades y requerimientos como empresa o sector, sino también a los de nuestro planeta. Soluciones que nos permitan construir una hoja de ruta climática global, una hoja de ruta de descarbonización. 

Según se desprende del informe de la OMM, el mayor incremento de las emisiones a nivel global en esta primera mitad del año se observa, principalmente, en dos sectores: el industrial y el del transporte. En concreto, el sector de la movilidad es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, representando alrededor del 14% del total de emisiones, y eso pese a ser uno de los sectores que mayor compromiso está mostrando en cuanto a alternativas responsables y limpias se refiere. Por su parte, el sector industrial, responsable del 30% de las emisiones globales de CO2 según el reciente informe “Fomentando la transición energética” del Foro Económico Mundial, también debe reinventarse en sus procesos de gestión de energía, reciclaje de materiales y valorización de residuos, a través de soluciones como puede ser la generación de biogás o mediante el uso de biomasa, la electrificación o la energía fotovoltaica, entre otras.

En España, La Agenda Urbana Española (AUE) marca la hoja de ruta que nuestro país debe seguir hasta 2030 con el fin de conseguir que los territorios nacionales sean ámbitos de convivencia amables, con un desarrollo equilibrado y sostenible. Ante este desafío, Veolia se postula como un partner estratégico para iniciar el camino de la descarbonización y ayudar al impulso de instalaciones más eficientes. La reducción de emisiones es, sin duda, tarea de todos: los gobiernos deben establecer políticas y regulaciones que fomenten la adopción de energías renovables, apostando por la descarbonización y la economía circular. Las empresas, por su parte, deben asumir la responsabilidad de reducir sus propias emisiones y adoptar prácticas sostenibles. Y los ciudadanos tenemos en nuestra mano contribuir a través de nuestras elecciones de consumo, adoptando medidas para reducir nuestra propia huella de carbono.

 

Miguel Ángel Huertas, Director Adjunto de Veolia España Energía y Residuos